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Atardeceres,
luces planificadas
rumbos agraviados
por los afluentes fluviales
el ritmo antecede
la llegada del desastre
la caída de las hojas
la muerte recurrente
volver a recorrer a la mujer
volver a recorrer las calles
las fiebres estivales
los vientres alborotados.
Caprichosas son las olas a paso lento
vaticinando el cántico de las aves
dibujando la carcajada de mis ojos
que encajan mis puñetazos al aire
enardeciendo el espíritu
(el arrebato de mis dedos temblorosos)
hacia ese horizonte
donde se pierden las vidas.
Murmullos discordantes
de los muros cayendo
dicen que solo lancé anclas
anclas por todos lados
donde quiera que llegase
anclas había
había por montones
también eran aves
aves encarceladas
libres
aves perecederas
juntas y separadas
aves había
danzando al unisono
con un lazo invisible.
Se van
se vienen
se van de la mano
se van de los ojos
de los suspiros
y se vienen
y vuelven a desaparecer
y aparecer
vuelven a ser uno
pero nadie para si mismos
mueven sus caderas
mientras los vivos fabrican armas
sus normalidades triviales
sus escrituras
los movimientos de sus billeteras
los momentos angulares
las alas de sus viajes
(las aves)
las penurias de sus seres queridos
las zarpas en sus equipajes
y los padecimientos del mundo.
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