jueves, 23 de diciembre de 2010

Distopía .

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Me arroje al pozo en su nombre,
a través de la ventana evapore,
fluí como sangre en el piso,
y aparecí en la voz de los cadáveres,
fui el pésame dominical del creyente,
el indocumentado rol de los placeres.

Y me vi así, tan solo, tan perdido,
sentí vulneradas mis manos,
burlados mis pies,
macerados mi cuello y mi torso,
carcomidas las ansias,
mis propias entrañas,
y de este humo,
vapor de fantasma y mito,
no conocí mas que desastre.

Por eso tuve que resucitarme,
solo para morir nuevamente,
y puse cada uno de mis dedos,
dentro de cada viejo trasto,
en cada ojo ajeno,
y en todo vulgar artefacto,
para ungir la enfermedad en sus pieles,
para limpiarme de este mal,
de este atisbo de bienes.

Pero la expiación de mi cuerpo no fue,
sino que excusa suficiente, no fue,
mas que merienda aplacando el hambre,
ni hombro de llantos,
ni de trajes de baile,
solo frases,
solo disparates sin rumbo,
sin madre, sin padre,
sin tierra, ni perro que les ladre.

Y los horrores del porvenir
se acercaban tras la sombra,
acostumbrados,
a clavarse en este cuello incauto,
atormentados,
por el ansia de roer el brillo,
ensimismados,
en la vieja tarea de romper las risas.

Minuciosamente volqué en abismo,
con cualidad de sombra,
y escondido entre las butacas,
en el sentido del roce de estas faldas,
no halle mas que meras distopías,
solo esta insulsa cadencia
repleta de horas vacías.

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Antü Ülkantun.

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Me halle en la mañana pensando en el sol,
ya no sembraba sus cantos por la noche,
el teléfono esparcía el ruido,
el mi insolente del pentagrama,
la voz insoportable del silencio.
Actué como fuera,
raye en mi mano yo soy tu luna,
sin saber de donde venias,
raye en tu mano tu eres mi sol
la mitad extraviada que no conocía.
A eso de las tres ya había olvidado bastante,
empece con mi nombre,
mi camino, con mi vida,
no había rastro después,
ni de sosiego, ni de humanidad,
ni de espanto.
Ya para las cinco no encontré aroma,
ni nada que me fuera conocido,
el cansancio me recorrió de punta a punta,
y de a poco me fui a perder en el vaso del olvido,
entre el miedo a desaparecer y volver a caer,
sin querer me eche a correr
por esas viejas callejuelas azules,
escapando del calor de averno en mi pecho.
Cada ocho esquinas me detuve,
para pegar un trago de tinto, pisco o ron,
algo que me supiera a tierra, a sangre, o nube.
Al dar la vuelta a la manzana me halle en tu casa,
medio borracho me senté pero no contuve,
y a las afueras de la puerta te observe,
espere y espere,
una vida entera te espere,
mientras esta luna se callaba,
mientras se alejaba,
al igual que la noche,
y las horas en que yo esperaba.
Entre una sensación de calma
se enturbio mi ajetreado pulso,
pose mi cuerpo sobre el pavimento,
pero nada vi, y nada mas sentía.
En el día no había rastro del sueño,
solo aquel astro radiante alumbrando la vida,
solo aquel fulminante destello.

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Pecas.

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Evoco su infancia, el rasguño de los años,
el gris de furgoneta bajo las hojas del canelo,
los humos de eucaliptos, las piedras en la cara,

El calor del vientre, la sonrisa eterna,
los codos pelados y las rodillas ensangrentadas,
y el invierno donde el techo se fue a jugar con el viento,
cuando se escucharon los cuchicheos del ratón y la madera.

El olor a plástico e infante, los infartos,
se me aparece la búsqueda del anillo demacrado,
se me viene el rostro de niña queriendo ser madre,
se me viene pidiendo ayuda,
se me vienen los golpes de parada militar,
donde su llanto se convirtió en la duda.

La juventud se le fue entre las manos,
en el mar se perdió su raíz, su mensaje en la botella,
se fueron también su ramas en el tambor de un revolver,
donde acababan sus manos, donde empezaban las mias.

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