miércoles, 21 de abril de 2010

Lázaro.

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Enfermo estaba y me dolía todo, me quede en cama por la mañana burlándome del día, llovía hace semanas y el sol que arremetía me era filosamente molesto. Me había enclaustrado fingiendo una dolencia de muerte, como una herida en el cráneo por donde se fugaban ideas, ya estaba harto de ver rostros demacrados y de hablarles sobre nada en especial, estaba harto de todos esos rostros que nunca quiero ver, que me son insoportables, repulsivos, horripilantemente burlescos y normales, como salidos de una fabrica de terror. Ellos me hacían morir día a día y a cada instante, la muerte ya estaba clavada en mis pies, en mis papeles y en mis guiones rutinarios, en mi rol de payaso con amplia sonrisa, todo moría al salir de mi boca, un beso, una palabra, un poco de mi irónica alegría también sucumbía.

"Una temporada en el averno no estaría nada de mal" me dijo esa mañana una vocecilla diabólica que susurraba en mi cabeza, decidí entonces hacerle caso e intente esconderme del mundo, como la vez que hable con una taza de café, esta vez agarre como arma una guitarra y la puse debajo del brazo, la abrace con ganas de llorar (la melancolía mantiene en pie a estos animales).
- Donde te habías metido - le dije con voz débil y temblorosa.
- Me hacías falta.. - (fingía costumbre).
Una gota de sudor callo en la tapa y resbalo en cámara lenta, Dibujando una linea donde me refleje mas bello y uniforme. diáfano era en el fondo, no estaba tan muerto como pensaba, no era un animal ventrudo y abominable, era mas bien un niño pequeño con sonrisa grandota aguardando una palmada en la espalda y un beso en la frente, esperando que un cuerpo inerte o un sonido especial manifieste alegrías de repente, sacudí mis ojos enérgicamente y dibuje una sonrisa en mis dientes.



Mañana todo sería diferente,
el aire tenia tintes de promesa..


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