lunes, 7 de marzo de 2011

Suelo Perderme.

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Ella moría al compás de las modas,
y escuche en la radio sus discursos de amargura,
me estremecí con las noticias,
con las sombras de la guerra,
con los cañonazos en ventanas,
sonaron unos gritos como de niño,
sonaron unos llantos como de cementerio,
y de repente vi en su boca un timbre vinagre,
lo toque y encontré un papel entre sus vinilos.

Te quiero en los atardeceres naranjas, decía,
te quiero en las mañanas de azul,
te quiero en mis sabanas blancas,
te quiero entre mis piernas,
te quiero entre mis pechos,
quiero tus manos en mi espalda,
quiero tus labios en mi sexo,
pero este querer era rojo como la sangre,
pero este querer hervía como la brea bajo el sol,
y mientras leía vociferé encolerizado,
te quiero matar,
te quiero dañar,
te quiero morder,
te quiero besar,
quiero reír y quiero llorar,
te quiero quemar,
te quiero acariciar,
te quiero violar.

Suspire agotado,
y ella volvió a existir,
pero ella no era nadie,
ella no es nadie y yo soy un extraño,
me perdí en su mirada ausente,
suelo perderme en lo inerte de sus ojos,
en el año que pasa lento,
en las hojas que mueren rápido,
en el rostro muerto del desengaño,
en el espacio tenue en el que se funden sus palabras.

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